Un café con Mercedes.
-Huele a buen café, viejo.- Dijo Mercedes, casi gritando, para intentar que su voz resonara mas que la intensa lluvia que caía sobre el techo de asbesto de su vieja casa.
-¡Ya lo estoy sirviendo!.- Contesto Don Onorio, tratando de hacerse escuchar al igual que su mujer.
Hace 3 días, en el viejo televisor de antena colocado sobre una mesa de planchar frente al viejo comedor de madera gastada, un noticiero regional daba el pronóstico del tiempo, informando de fuertes lluvias para toda la semana. Un par de días antes, se perdió la señal de cualquier tipo de comunicación.
A través de los cristales de las ventanas, no podía verse más que una densa neblina. Eran muy pocos los carros que se escuchaban pasar por la vieja carretera. Don Onorio se despertó repentinamente la noche anterior, creyendo haber escuchado un duro golpe en la carretera frente a su casa, como si un auto hubiese impactado contra alguna pared. Además de eso, escucho un par de gritos que le helaron la sangre, segundos después, silencio total.
El viejo colocó las dos tazas sobre el comedor, se sentó junto a Mercedes y recordó el incidente.
-¿Recuerdas ese espantoso grito de anoche?.- Pregunto Don Onorio
-¿Cual ruido, viejo? Contesto la vieja, mostrándose confundida.
-¿Como que cuál ruido? La vejez trae sordera vieja, loca, pero aun así habría que estar muerto para no escuchar semejante grito de agonía.
-La vejez también viene acompañada de la perdida de lucidez. ¿No será que ya te estás volviendo loco, viejo?.- Dijo alegremente Mercedes, a lo que Don Onorio respondió con una cara de enfado.
-Te lo digo en serio, Mercedes, fue horrible. El sonido del metal contra el cemento, el grito de dolor y silencio que delataba una muerte por estos lados.
-Ya veo de donde saco Matías tanta creatividad. Eres un buen inventor de historias.
Se hizo silencio entre la pareja mientras degustaban un sorbo de la amarga bebida.
Con tono de melancolía, al mismo tiempo les vino a la mente a ambos recuerdos de sus 3 hijos, los que no habían visto desde hacía casi un año. Afuera no paraba de llover.
Además de la lluvia golpeando el techo de asbesto, se podía percibir también el sonido de algunas gotas cayendo sobre cubetas dispuestas en el suelo, debajo de algunas goteras del techo. Desde que empezó la tempestad, Don Onorio no había tenido como salir de su hogar, ni siquiera para ver lo que había pasado la noche anterior.
-Hace casi un mes que no hablamos con Matias, ¿cómo le irá en el proyecto ese que estaba haciendo para esa empresa en Panamá?.- Se preguntó Don Onorio
-Estoy seguro de que está bien, recuerdo que estaba tan entusiasmado. Oírlo hablar por teléfono de aquello era algo que contagiaba de entusiasmo a cualquiera, aunque no tuviéramos ni idea de que significaba aquel trabajo. Hace 1 año que está trabajando en eso, y sus ánimos no cesan. Pobrecito mi muchachito, trabajando tanto, ojalá su esposa le tenga su comida caliente cada vez que él llegue a su casa.
-El no me preocupa tanto, es de una fuerza espiritual increíble. Más bien Patricia, que desde que la despidieron de la cosa petrolífera no llama, es la que me preocupa. Cambio de número y no la puedo encontrar por ningún lado. Hace más de 1 mes que no hablamos y sé pocas cosas de ella porque me las cuenta el vecino que sabe de ella por eso de la "Internet".
-Quizás es ella quien no quiere preocuparnos, viejo. Desde joven no le ha gustado pedir consejos a nadie, ni siquiera a nosotros. Y a pesar de todo, le ha ido muy bien por su cuenta. Es muy independiente, demasiado para mi gusto, y no abandona la necedad de permanecer soltera.
-¿Qué hombre podría soportar semejante carácter?.- Dijo el viejo en tono burlón.
-Solo nosotros, porque a veces ni sus hermanos quieren estar muy cerca de ella. Es tan bella mi niña, solo le hace falta alguien que la aprecie.- Dicho esto, suspiro.
La señal volvió a la televisión, y en ella estaban pasando una telenovela, pero los viejos la ignoraron y continuaron charlando.
-Y el pequeño Onorio, igual de soñador que cuando comenzó su carrera. Las carreras artísticas en este país son más caras de lo que pensaba, apenas y me alcanza la pensión para mantenerlo estudiando en la ciudad. Aunque no es tan difícil sobrevivir con lo que se cosecha aquí, a veces extraño comprar mis dulces de bocadillo.
-Pero sabes tus problemas de azúcar, Onorio, te hace bien dejar esos deliciosos y dulces postres.
-No ayudas en nada, vieja.
-Yo me sacrifiqué contigo, viejo. Cuando el médico te recomendó la dieta que debías seguir para mantenerte sano, empecé a compartir las mismas comidas aburridas contigo. Qué difícil es tomarse este café sin siquiera media cucharita de azúcar.
-Es cierto, no tenías por qué hacerlo, aunque me ha hecho más fácil poder comer sin alguien que me tiente comiendo otra cosa que no sea lo que me toca.
La señal en la televisión se perdió de nuevo. Un aire aún más frío se sintió en la casa. El reloj de pila colgado en la pared marcaba las 5:17 de la tarde. De repente, la silla junto a la de Don Onorio estaba desocupada. La taza del viejo estaba ya vacía, mientras la otra seguía llena y fría.
-Ay vieja, las cosas no cambian. Este pueblo en el tope de la montaña sigue siendo el mismo. Los autos son los mismos, las bodegas son las mismas, la gente es la misma, todo sigue igual. Incluso cuando tú estabas, los días eran monótonos, pero tú los hacías mejores, y lo único que hacías era mecerte en tu silla y tejerme suéteres y gorros mientras tarareabas alguna canción. Hoy, la casa parece derrumbarse junto a mí.
Con lágrimas en los ojos, cruzándose de brazos como si se estuviera abrazando a sí mismo para protegerse del frío, trato de mantenerse fuerte. Tenía puesto un suéter color azul y verde de rayas muy bonito que le tejió Mercedes, unos viejos pantalones caqui y unos zapatos gastados. Su pelo escaso se mostraba blanquecino. Las arrugas marcaban el rostro de un hombre cansado y solitario. Su bigote seguía afeitado tal y como a Mercedes le gustaba.
-Hace casi un mes que no hablamos con Matias, ¿cómo le irá en el proyecto ese que estaba haciendo para esa empresa en Panamá?.- Se preguntó Don Onorio
-Estoy seguro de que está bien, recuerdo que estaba tan entusiasmado. Oírlo hablar por teléfono de aquello era algo que contagiaba de entusiasmo a cualquiera, aunque no tuviéramos ni idea de que significaba aquel trabajo. Hace 1 año que está trabajando en eso, y sus ánimos no cesan. Pobrecito mi muchachito, trabajando tanto, ojalá su esposa le tenga su comida caliente cada vez que él llegue a su casa.
-El no me preocupa tanto, es de una fuerza espiritual increíble. Más bien Patricia, que desde que la despidieron de la cosa petrolífera no llama, es la que me preocupa. Cambio de número y no la puedo encontrar por ningún lado. Hace más de 1 mes que no hablamos y sé pocas cosas de ella porque me las cuenta el vecino que sabe de ella por eso de la "Internet".
-Quizás es ella quien no quiere preocuparnos, viejo. Desde joven no le ha gustado pedir consejos a nadie, ni siquiera a nosotros. Y a pesar de todo, le ha ido muy bien por su cuenta. Es muy independiente, demasiado para mi gusto, y no abandona la necedad de permanecer soltera.
-¿Qué hombre podría soportar semejante carácter?.- Dijo el viejo en tono burlón.
-Solo nosotros, porque a veces ni sus hermanos quieren estar muy cerca de ella. Es tan bella mi niña, solo le hace falta alguien que la aprecie.- Dicho esto, suspiro.
La señal volvió a la televisión, y en ella estaban pasando una telenovela, pero los viejos la ignoraron y continuaron charlando.
-Y el pequeño Onorio, igual de soñador que cuando comenzó su carrera. Las carreras artísticas en este país son más caras de lo que pensaba, apenas y me alcanza la pensión para mantenerlo estudiando en la ciudad. Aunque no es tan difícil sobrevivir con lo que se cosecha aquí, a veces extraño comprar mis dulces de bocadillo.
-Pero sabes tus problemas de azúcar, Onorio, te hace bien dejar esos deliciosos y dulces postres.
-No ayudas en nada, vieja.
-Yo me sacrifiqué contigo, viejo. Cuando el médico te recomendó la dieta que debías seguir para mantenerte sano, empecé a compartir las mismas comidas aburridas contigo. Qué difícil es tomarse este café sin siquiera media cucharita de azúcar.
-Es cierto, no tenías por qué hacerlo, aunque me ha hecho más fácil poder comer sin alguien que me tiente comiendo otra cosa que no sea lo que me toca.
La señal en la televisión se perdió de nuevo. Un aire aún más frío se sintió en la casa. El reloj de pila colgado en la pared marcaba las 5:17 de la tarde. De repente, la silla junto a la de Don Onorio estaba desocupada. La taza del viejo estaba ya vacía, mientras la otra seguía llena y fría.
Las marcas del accidente seguían infectadas y generando dolor en el cuerpo del viejo Onorio. Pero la cicatriz que más le dolía era la de la ausencia de su necia y amada Mercedes.
Con débil voz, el viejo exclamo al vacío:
-¡Te extraño tanto, viejita!.-
Con débil voz, el viejo exclamo al vacío:
-¡Te extraño tanto, viejita!.-
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