Detras de mi Silencio

Yo realmente soy mi silencio.

Soy lo que no digo.

Soy cada emoción que reprimo detrás de una sonrisa, cuando por dentro mi corazón se inunda de lágrimas que por alguna razón no pueden salir.

Soy cada beso que no he dado por mi timidez.

Los "te amo" que se marchitan hasta que el tiempo se lleva el recuerdo de cada emoción intensa que he salido.

Soy los abrazos que necesito cada vez que guardo mis manos en mis bolsillos.

Soy, y quizás todos somos, cada cosa que preferimos callar por "decencia". 

El mundo está construido a base de mentiras.

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A las 3 de la tarde de un martes 10 de agosto hace 3 años, estaba listo para terminar mi vida.

Mi mente parecía poseída por un deseo insaciable de silencio.

De no escuchar más mis pensamientos, en los que yo era alguien cuya alma nunca estaba satisfecha.

De callar cada voz interior que repetía que la casualidad de mi existencia no tenía ningún papel en la vida de otros.

Quería dejar de pensar que mi ciclo en este mundo no sería más que un microscópico polvo que pasaría sin pena ni gloria en los anales de la historia. Coño, quizás si decidiera morir en un lugar recóndito donde nadie me conoce, pasarían años antes de que alguien notara mi ausencia, y esa persona solo lo haría por el olor desagradable que emanaría el cadáver desde la habitación donde me encontraba.

Aquel 10 de agosto, me detuve en uno de los puentes más transitados de la ciudad.

Durante toda esa mañana, tuvimos un día soleado y un cielo azul. Sin embargo, cuando tome la decisión de terminar con todo, saltar del puente y volar a un mundo donde solo reinará la paz, el cielo se tornó gris y algunas gotas de lluvia empezaron a caer del cielo.

Como si el destino deseara activar todos mis sentidos una última vez.

Como si los ángeles lloraran por la desgracia que había sido mi vida.

Y me tomé algunas horas frente al puente. 

Los carros pasaban detrás de mí, e imaginaba como cada persona ignoraba mi tragedia porque cada uno está viviendo en su propia burbuja de problema.

  • Quizás el hombre del Corolla azul tenía muchas deudas, y estaba haciendo todo lo posible por trabajar para poder tener finalmente paz financiera.
  • El hombre de la gran camioneta roja había salido del trabajo para ver a su novia, a pesar de que le dijo a su esposa que llegaría tarde por una "reunión de emergencia en la oficina"
  • La chica del viejo Mali bu tenía que organizar la fiesta del primer cumpleaños de su hija.
  • El joven que manejaba el taxi esperaba encontrar una cliente que se convirtiera en el amor de su vida.
Y así las cosas, cada uno vive en su propio universo.

Y cada uno de sus sueños y temores solo ellos los conocen.

Trataba de pensar en la vida de otros para distraer mi mente.

O también porque envidiaba a cada una de aquellas personas que habían logrado manejar sus demonios internos y vivir (o sobrevivir) con ellos.

También había personas caminando en mi misma acera mientras yo meditaba sobre el suicidio.

Algunos hablaban por teléfono sobre el último chisme de la oficina.

Otros caminaban tomados de la mano con su pareja, sintiendo una paz en la mente y en el corazón que yo envidiaba.

Incluso un amigo, miembro de mi extinta banda de música, paso detrás de mí y en tono gracioso dijo "no te vayas a matar idiota" lanzando una pequeña risa, a la cual solo pude responder con un gesto similar, aunque por dentro moria por gritar ayuda.

Y es que el motivo que me trajo a ese puente hace 3 años, fue cada una de las cosas que callé.

Cada uno de esos "no" que yo creía eran decentes en su momento, pero que de haber sido un "sí" quizás habrían sido el comienzo de las aventuras más grandes de mi vida.

Cada una de las veces que agache la cabeza frente a los ojos de cada una de las mujeres que me intimidaban cuando mi corazón sentía ganas de explotar de amor.

El silencio.

El maldito silencio.

Ese que incluso me ocultaba a mí mismo las respuestas que tanto buscaba.

Detrás de las conversaciones que no tenía conmigo mismo por la inseguridad de hacer filosofía y enterrarme más profundamente en la insignificancia de mi existencia.

Detrás de mis miedos por buscar lo que me hiciera verdaderamente feliz.

Porque arrastre las culpas de mis antepasados.

Los dolores de mi madre y su búsqueda fracasada de amor.

Las ambiciones de mi padre por el constante placer en otros, lo que lo hizo perderse de nuestras vidas en varias ocasiones.

Mis amigos y sus pretensiones de no ser ellos mismos para encontrar un mejor trabajo, cientos de mujeres y la banalidad de los placeres inmediatos.

El silencio torturaba mi alma.

E, irónicamente, con el suicidio pretendía callar a todas esas culpas, heredadas y propias, que había cargado en mi vida.

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Se hicieron las 7 de la noche.

La lluvia empezó a hacerse más intensa. 

La gente corría detrás de mí para buscar refugio en sus casas.

Y quizás eso fue todo lo que yo andaba esperando.

Un refugio.

Un hogar.

Una persona que me dijera que todo iba a estar bien.

Mientras pasaban las horas frente al borde del puente, me decía a mí mismo que la única razón por la cual aún no había saltado era porque tenía miedo del dolor físico de una muerte no inmediata.

Pero mentía, como tantas veces lo hice a otros y a mí mismo.

Descubrí que lo indomable de mi espíritu era las ganas de vivir.

Pero no esa vida que llevaba hasta ese momento.

No esa vida en la que pretendía ser decente, educado y donde restringía mis palabras para conseguir trabajos, casas, amistades y amores falsos, basados en la convención de reprimir lo que sentimos para "no incomodar" o no ser estimado como el "rarito de la ciudad".

Lo más salvaje de mi espíritu quería "ser".

Y era esa parte indomable que tanto forcé a callar y que, sin éxito, trate de domesticar para lograr todas esas aspiraciones del mundo moderno.

Yo no quería casas, carros y lujos.

No quería un trabajo de mierda de 9 a 5 que me permitiera vivir en un la falsedad del materialismo de unas macetas bonitas, en una casa de 3 habitaciones, dos y medio baños, pero donde habitaba un desgraciado que no recordaba la última vez que había sentido alegría en su corazón.

Fue en ese momento, en medio del abandono más profundo, que decidí vivir.

A mi manera.

Sin plan, exprimiendo cada momento al máximo que la vida me permitiera.

Convirtiéndome en un fantasma en las ciudades de este mundo.

En ese plan, que concebí en menos de 10 minutos, visitaría cada una por un tiempo no mayor a dos meses.

En ese tiempo, llegaría como un forastero más a amar a todas sus gentes.

A beber ron del más barato con los locos de la calle.

A bailar cualquier tipo de música con las mujeres más bellas de sus alrededores.

Compartiría almuerzos e historias con esas viejas señoras que vivían solas y que nunca habían encontrado el amor. Trataría de alegrar sus corazones llevándolas a hacer todas esas cosas que no hacían por "la edad". Saltaríamos en paracaídas, nadaríamos en ríos y beberíamos café en los lugares más bonitos de su pueblo. Ellas son quizás una de mis mayores inspiraciones, pues en medio de su soledad encontraron la fuerza, e incluso la satisfacción, de ser felices y encontrar alegría en las cosas más mundanas de nuestra existencia.

Aprendería una nueva habilidad en cada lugar para financiar mis aventuras.

Algunos meses podría ser músico y tocar en restaurantes, donde al menos una persona estaría feliz porque escucharía de mi voz su canción favorita después de muchos años.

En otros momentos, sería un terapeuta (no profesional) que se tomaría el tiempo de escuchar a esas pobres almas que, como yo, no tenían a nadie que escuchara lo que ocultaban detrás de su silencio.

En otras oportunidades, sería un comediante que haría reír a todos con las tragedias que tanto me hicieron sufrir en el pasado.

Y así seguiría descubriendo, explorando, viviendo, hasta que alguna de mis estupideces acabara con mi vida.

Sería todas esas cosas que siempre quise ser.

Viviría todas esas vidas que siempre quise vivir.

Sería mi verdadero yo, que estaba oculto detrás de mi maldito silencio.

Después de pasados dos meses, partiría hacia un nuevo destino.

Quizás en algunas ciudades me conocerían como el loco que cantaba música mexicana con los vagabundos.

En otra ciudad, probablemente una chica me recordaría como la historia de amor más bonita que ha tenido en su vida.

En otras partes, una madre me pensaría como ese forastero que inspiro a su hijo a explorar el arte, y que gracias a mí él se convirtió en la persona más famosa e importante de la ciudad.

Cuando entendí las infinitas posibilidades que la vida tenía para mí con tan solo dejar de callar mi espíritu, la emoción que embargo mi corazón fue incontrolable.

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A las 8:05 de la noche de ese 13 de agosto, decidí regresar a mi casa.

Mi plan original era descansar esa noche y meditar mis opciones la mañana siguiente.

Pero a mi corazón le embargaba unas ganas indómitas de vivir.

La ansiedad de explorar el mundo y mi ser pudieron más que mi racionalidad. 

Pero fue esa maldita racionalidad de hacer "lo normal" lo que casi me hace terminar con mi existencia.

Así que empaque algo de ropa, un pequeño ukelele y un viejo MP3 y tome la decisión de partir hacia un mundo de infinitas posibilidades.

Cuando mi arrendador se dé cuenta de que no pague la renta de este mes y entre a lo que una vez fue mi casa, puede tomar todo lo material que hay allí como pago.

Pues nada de eso nunca fue importante para alguien como yo, aburrido de comprar cosas y más cosas para tener una casa bonita mientras tenía un alma en agonía.

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La semana pasada llegue a un pequeño pueblo costero llamado "Rincon del Mar".

Me registre en un hostal humilde, pero donde las señoras que alli trabajaban me recibieron con abrazos, como si me conocieran de toda la vida.

Hace 3 dias vi a un señor pesquero que parecia necesitar ayuda descargando la pesca del dia.

Me acerque y le dije:

-Hombre, parece que necesitas una mano.

- Pues si. Oscar tenia que ayudarme hoy, pero ayer se emborracho y hoy su esposa lo echo de la casa. Ya los hombres no saben como controlarse con el aguardiente.

- Bueno, si necesitas ayuda, me gustaria trabajar contigo.

- ¿Tu? ¿Cuantas veces has trabajado en el mar? En esta epoca las corrientes estan mas fuertes, y es mas peligroso hacer mi trabajo.

- No se preocupe, viejo, que yo llevo haciendo esto hace años.

Yo ni siquiera sabia nadar.

- Bueno, no puedo pagar mucho, pero si te sirve, te doy un porcentaje de la venta. Esta es la mejor epoca para pescar, quizas si trabajamos juntos podemos pagar nuestra comida, casa, un paquete de cigarros y una botella de ron a la semana.

-  ¡Mañana empezamos!

- ¿Mañana? Voy a descargar la lancha y voy otra vez al mar en una hora ¿Estas listo?

En otro momento, quizas la pereza hubiera sido la excusa para ocultar mis ganas de vivir. 

Pero mas nunca me negaria a las primeras veces.

- ¡Vamonos!








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